Qué cosas tan más raras y malvadas son el amor, la oscuridad y el miedo, que encuentran seres similares a los cuáles habitar y en dónde pertenecer a lo largo del tiempo. Somos de décadas distintas, pero al leer a Alejandra, no pude evitar preguntar por ambas el por qué la tristeza nos ha llegado hasta los huesos de una manera tan fácil, por qué estos han sido tan porosos desde una edad temprana y por qué nos ha dado igual dejar ganar todo sentimiento. Siento tristeza por ella y la abrazo... y luego me doy cuenta de que me estoy abrazando a mí.
Leer su poesía fue delicioso y desgarrador. Sus letras están llenas de musicalidad pero también de silencio, de muerte y de la noche, de búsqueda y del miedo a sí misma, en la espera del final, teniendo un duelo personal.
Con ella, la muerte se transforma en belleza en un mundo donde la vida está sobrevalorada. Con sus palabras, la muerte se acepta y se deja de temerle. La decisión final de Alejandra es trágica, pero, desde mi punto de vista, entendible. Qué cansancio y qué hartazgo puede ser la vida.
Yo siento que lo que más me llegó fue el aspecto del amor imposible. Le recordó a mi hueco pecho qué es lo que perdí y no volverá. Lloré las palabras de Alejandra que yo no había podido articular jamás.
Me sentía sola y Alejandra me hizo sentir lo contrario.
LA ENAMORADA
esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no te digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada, ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
FLORA ALEJANDRA PIZARNIK fue una poeta, ensayista y traductora argentina. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y, más tarde, pintura con Juan Batlle Planas. Publicó poemas y críticas en varios diarios y tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Césaire e Yves Bonnefoy. Además, estudió historia de las religiones y literatura francesa en La Sorbona. Se considera que sus trabajos y su poesía dejaron un valioso legado para la literatura latinoamericana.