Sin pólvora, pero con tinta




La necedad es la razón de esta guerra; el papel y la pluma parecen odiarse al momento en que mi mano se acerca a cualquiera de ellos. Pero ahí sigo, aferrada, como si quisiera hacerle honor a todos quienes me han inspirado, pero también como si quisiera deshacerme de todo aquel que me ha defraudado.

Si logro poner las palabras, las oraciones, los puntos, las comas que necesito, mi sangre se vuelve tinta y el cañón se descarga, pero el proyectil a veces se equivoca, y en situaciones más dramáticas, la fuerza del cañón me avienta y me quedo sin fuerzas. Pareciera como si la necedad hubiera sido derrotada, pero no es así.

Sin embargo, aquellas batallas quedan inconclusas porque otras comienzan a vislumbrarse en un horizonte más lejano, por lo que parece que abandono cuando más bien termino del otro lado del campo de batalla. Adiós, prosa. Hola, reseña de libro número veintialgo. Adiós, prosa. Hola, poesía.

Prosa de mi vida y mi futura muerte, me alegra ver que, a pesar de tanto tiempo, sigas ahí. Eres igual de necia que yo en este campo de batalla. Parece que ninguna de las dos va a ceder en soltar la paloma de la paz. Vamos a seguir teniendo más heridos, vamos a enfrentarnos hasta que haya pérdidas, vamos a pelear por saber qué artillería usar. Vamos a aliarnos mientras nos odiamos y a amarnos cuando estemos perdidas.

La necedad es la razón de esta guerra, y parece que esta va a igualarse a aquella Guerra de los Cien Años.

0 comentarios:

Post a Comment