Mi mamá no le preguntó nada a nadie desde que llegamos a mi nueva escuela, simplemente saludó con una sonrisa de oreja a oreja a todo mundo y con su estruendoso "buenos días". Con mucha seguridad, me llevó a un salón que tenía el número 10 arriba del marco de la puerta. Sin embargo, yo noté que había una hoja recién pegada con cinta adhesiva que indicaba que el grupo era el 2-20 cuando yo tenía que dirigirme al 1-10.
—Mami, creo que este no es mi salón.
—Claro que sí. El día que te vine a inscribir me dijeron que ibas a estar en el grupo 1-10 y este es el salón 10. Tiene sentido.
—Pero aquí dice que...
—Yo creo que ya casi va a tocar el timbre y el salón está casi lleno. ¿Por qué no entras y agarras un lugar? Yo me quedo aquí hasta que entre tu profe.
—Mami, todos aquí se ven bien grandes...
—Pues ya ves que todos siempre han sido más grandes que tú, con eso que te metí a la primaria a los cinco años en vez de a los seis.
Y no me quedó de otra más que entrar. Sentí cómo muchos me clavaban la mirada.
¡NIÑA NUEVA!
"Ok, Ale. Es normal que la mayoría ya se conozca. Esta escuela también tiene primaria y seguro quisieron quedarse en su primer año de secundaria aquí también. Ok, pero, ¿entonces cómo vas a conseguir amigos si ellos ya se conocen? ¿Te van a ver feo porque eres una nerd, porque vienes de escuela de gobierno y porque vienes becada?"
Uno de los únicos lugares disponibles era uno que estaba justo frente al escritorio del profesor. Como no quise que las miradas duraran aún más, escogí ese mesabanco y miré a mi mamá, quien me siguió sonriendo, pero esta vez de manera cálida. Me calmé por un momento hasta que tocó el timbre y ella, fiel a su palabra, se marchó hasta que el profesor entró.
El profesor saludó, muy altivo, y aun así la mayoría lo saludó con gritos de emoción, como si se tratara de su profesor favorito.
La mayor parte de la clase consistió en el profesor haciendo preguntas sobre las vacaciones de verano y todos respondiendo entusiasmados y también haciéndole preguntas. Pasaron unos angustiantes 40 minutos cuando el profesor decidió pasar lista. Al terminar preguntó si había alguien nuevo o si alguien había hecho falta de mencionar.
Obviamente me tuve que poner de pie.
Me pidió mi nombre y apellidos y él había terminado de anotar cuando comprobé en su lista que yo no era la que me había equivocado de salón.
"Computación II. Secundaria. Salón 10. Grupo 2-20."
Y de todas maneras, tratando de no llorar, pregunté con voz aguda:
—¿Este no es el salón de primer año?
Y el profesor, como ya lo había demostrado por cuarenta minutos, tuvo la desfachatez de soltar una risita.
—No. Esto es segundo.
Y tachó mi nombre de un jalón. No dijo nada más, pero se me quedó mirando con una sonrisita burlona.
Sin voltear a ver a los demás, agarré mis cosas y salí del salón lo más rápido que pude. Sentí cómo las lágrimas salían por fin y cómo mi cara pasaba de caliente a fría de un momento a otro. Casi podía escuchar al profesor haciendo un comentario respecto a mí hacia el salón en ese preciso instante y no sabía si iba a acabar vomitando.
La dirección estaba casi a un lado y una de las prefectas me vio y se acercó a mí. Fue muy amable, me calmó y me llevó al salón correcto.
Nadie preguntó por mi llegada tardía. Todos se veían tranquilos, como todos aquellos en su primer día de clases en una escuela nueva, pero obviamente no tuve tiempo de tomar apuntes de esa primera clase porque la hora había terminado.
Antes de que entrara el siguiente profesor, la directora pasó y nos dio la bienvenida, así como también nos pasó nuestros horarios.
Me había perdido de mi primer clase de biología, pero ya venía la segunda de computación.
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